lunes, 14 de septiembre de 2009

La maestra que venció la violencia en el aula a través de la música



Alba Mancinella (50) es una de los 22 docentes que llegaron el viernes pasado desde todo el país hasta la Casa Rosada para recibir su premio como Maestros Ilustres 2009. Ella fue reconocida por su militancia en favor de la permanencia de la escuela en la que trabaja, y porque impulsó varios proyectos educativos, entre ellos, uno que enfrentó con música la violencia en el aula.
Alba es maestra en un barrio marginal de Olavarría, provincia de Buenos Aires. Ella trabaja día a día con la pobreza, los entornos familiares conflictivos, la hostilidad, y las adicciones, que están tan presentes en las aulas de la Escuela 65 como los cuadernos y los lápices. Años atrás, buscando un modo de enfrentar la violencia que había entre sus alumnos, Alba intentó detectar algo que les interesara. Entonces notó que cuando ella les daba la espalda para escribir en el pizarrón, a modo de desafío a su autoridad, los chicos se dedicaban a tamborilear ritmos sobre los bancos. Alba los escuchó por varias jornadas sin mostrar reacción alguna, hasta que un día les dijo: "Eso que hacen me parece extraordinario, saben lo que vamos a hacer, vamos a armar una murga".
"No sabés lo que fue”, le contó Alba a Clarín. “Fue increíble. Fue un cambio tan notable, y de un momento a otro". Con tachos y baldes como todo instrumento, la murga fue un éxito. Se la escuchaba sonar en los recreos, y ya no hubo más trompadas.
La idea de Alba había prendido fuerte entre los chicos, y eso le dio margen para negociar con su curso. Así lo recuerda ella emocionada: "Habrá espacio para tocar los tambores, les dije, pero si están esos espacios, también tiene que haberlos para que ustedes aprendan lo que es necesario aprender en séptimo grado. Y fue un año extraordinario".
Al año siguiente el entusiasmo de los chicos no se había apagado, y Alba quería darle un crecimiento al proyecto. Pero comprar tambores de calidad estaba fuera del alcance de la escuela, así que arriesgó con un cambio de instrumentos. Con su marido, músico, fabricaron dos sikus con caños de luz. "Entonces, yo, que nunca había tocado música, aprendí dos canciones y llevé los instrumentos a la escuela.
Los chicos aprendieron rapidísimo, y querían más, así que me convertí en una ejecutante del siku", se ríe Alba.
Desde aquel comienzo, unos ocho años atrás, la banda de sikus ha crecido mucho. Hoy contiene a unos cuarenta chicos de 12 a 22 años de edad, llena teatros en Olavarría y en poblados cercanos, ha grabado y vendido CD y, gracias a un premio de la Fundación La Nación, adquirió equipos de sonido.
(Clarín, pág. 64, 12/9/09 - Leo González Pérez)

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