miércoles, 15 de julio de 2009
Cortitos y al pie...
Compartimos algunos cuentos cortos y extra-cortos que encontre navegando por Internet.
que los dsfruten!
Llamada
Fredric Brown
El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta...
Sueño de la mariposa
Chuang Tzu
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
FIN
Todos los sueños de un sueño
Por Rafael Ballester
En la ciudad de Uspayata la vi, yo no la conocía pero había soñado con ella. Cuando nuestros ojos conectaron supe que ella también había soñado conmigo y mi estómago se lleno de mariposas. Caminamos por las calles cubiertas de arboledas en una tarde tórrida. Tomados de la mano llegamos a su casa, lugar en el que jamas había estado pero que había soñado con el, y me pareció todo muy familiar, incluso el perro se llamaba Poncio, tal como yo lo había soñado.
Adentro estaba fresco, nos mirábamos con frecuencia y las sonrisas surgían a cada momento. Nos abrazamos, nos besamos y nuestros corazones latieron juntos, como si marcharan en algún desfile. Esto lo recuerdo con claridad pues ya lo habíamos soñado. Luego nos sentamos en silencio, a beber agua de coco verde, sin saber qué hacer pues en aquel momento ambos habíamos despertado.
El dedo
Feng Meng-lung
Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que eso era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.
FIN
Un creyente
George Loring Frost
Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no -respondió el otro-. ¿Y usted?
-Yo sí -dijo el primero, y desapareció.
FIN
El hombre invisible
Gabriel Jiménez Emán
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
El verdugo
A. Koestler
Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
FIN
Soledad
Pedro de Miguel
Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.
FIN
Amenazas
William Ospina
-Te devoraré -dijo la pantera.
-Peor para ti -dijo la espada.
FIN
Temor de la cólera
Ah'med el Qalyubi
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar a mis enemigos estando puro ante Dios.
FIN
1 comentarios. ¡DEJA TU COMENTARIO!:
mortal el de "El dedo"
buenisimo!!!!
y el de "Amenazas" nunca entendi...
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